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jueves, 5 de septiembre de 2013

La psicología en el campo de la defensa personal. Agresividad y Violencia.

Cuando hablamos de una actividad relacionada con la defensa personal, las artes marciales o el combate, inevitablemente estamos hablando de un trabajo relacionado con dos factores muy importantes y relacionados entre sí; la agresividad y la violencia.

Debemos por lo tanto, antes de profundizar en ciertos puntos, definir correctamente estos dos términos en el contexto que nos ocupa.

Agresividad; Es una respuesta adaptativa y necesaria para afrontar de forma positiva situaciones de riesgo. Es decir, la agresividad es la capacidad que tenemos a nivel evolutivo para enfrentarnos a determinados peligros, es una respuesta psicológica a determinados estímulos que provocan en nosotros una reacción a un peligro, aunque además también puede ser una actitud que nos sirva como herramienta para generar mediante un carácter fuerte e impositivo la consecución de una meta determinada. Dentro de un contexto vulgar, una reacción “agresiva” puede ser inducida por factores como la indignación, la frustración, el sentimiento de amenaza o la consecución de un fin mediante la intimidación o la imposición forzosa. 


Ejemplo contextual 1; estamos esperando en  la cola del cajero automático, y tras media hora de espera vemos que el señor que esta varios puestos delante de nosotros lleva mucho tiempo en el cajero, lo que crea en nosotros un estado de alteración nerviosa ocasionado por la espera desmesurada, a medida que dicho señor sigue alargando nuestra espera entramos en un estado de indignación que precede a un estado de agresividad y hacemos ver nuestro estado con comentarios despectivos o con una mirada intimidadora, aquí nuestra agresividad se muestra en estado pasivo.



Ejemplo contextual 2; Tras oír en las noticias que han asesinado vilmente a dos niños sentimos una frustración enorme que precede a una respuesta de índole agresiva con comentarios violentos hacia el asesino, la frustración o el estado de impotencia ante una injusticia nos produce una respuesta de ira, que aunque se muestra de forma pasiva, en determinados contextos podría generar incluso en un linchamiento colectivo.




Ejemplo contextual 3; Conduciendo, el coche que va delante hace una maniobra que nos obliga a cambiar de dirección bruscamente, provocando en nosotros una agresividad que manifestamos insultando por la ventanilla, esta agresividad viene provocada por el sentimiento que hemos experimentado de peligro hacia nuestra integridad por culpa de un tercero, es una respuesta de agresividad activa provocada directamente por una amenaza a nuestra integridad.



Ejemplo contextual 4; El acoso escolar (mediante la burla, la intimidación o la amenaza) es una muestra de la utilización de la agresividad de algunos para lograr un sentimiento de superioridad frente a otros o un puesto de poder en un grupo determinado. Este caso en concreto requeriría de un estudio completo de diversas causas interrelacionadas entre sí.



Ninguno de estos ejemplos tiene una relación directa (aunque si indirecta) con la defensa personal pero nos hace ver como la agresividad no es solo un factor determinado hacia cuestiones de contacto físico, sino que es parte del día a día y con lo que vivimos sin percatarnos a veces de ello.

Los últimos estudios en neurociencia nos muestran que la agresividad a nivel biológico está determinada por niveles bajos de serotonina y el aumento  de adrenalina y/o noradrenalina (hormonas neurotransmisoras), así como un aumento considerable del estrés, vemos de esta forma que la agresividad es una respuesta psicofísica determinada sobre todo por el aspecto mental y el control de las emociones.  De ahí que cierta cantidad de personas “agresivas por naturaleza” estén condicionadas por algún tipo de patología o problema de índole mental.


Pero… ¿es la agresividad algo malo?

La agresividad es una respuesta, aunque también puede ser un medio, como en muchos otros casos podríamos decir que el fin es el que justifica el medio, o no. La agresividad, como la violencia, no son ni buenas ni malas, ya que los contextos de ambas son demasiado amplios para catalogarlas, si podemos decir que, como ocurre con la violencia, llegados a un punto, son inevitables.


Debemos darnos cuenta que dicha respuesta forma parte del instinto de supervivencia, sin agresividad no hay enfrentamiento y sin enfrentamiento solo queda la pasividad ante el depredador.
De la misma forma el “depredador” posee una fuerte agresividad natural que lo lleva al acto violento para conseguir lo que desea y por lógica la agresividad solo puede ser enfrentada con agresividad o huir de ella.

En los diferentes métodos de defensa personal siempre se actúa de forma agresiva y violenta, aunque disfracemos las diferentes técnicas bajo ciertos aspectos místicos, el fin es la anulación del agresor o de la agresión, ya sea con golpes (violencia), estrangulaciones y palancas de control (infligimos dolor al adversario para que desista de la agresión-violencia), proyecciones (lanzamos al agresor para que se haga daño contra el suelo – violencia). La violencia siempre tiene un componente de dolor físico o psíquico, tanto en la agresión propiamente dicha como en la defensa realizada.


En nuestra sociedad la agresividad es algo cotidiano, incluso se inculca como valor relacionado con la competitividad, lo vemos en la actitudes de ciertos profesionales (un vendedor agresivo tiene más poder de convicción en el consumidor medio), un equipo de fútbol con una estrategia de juego agresiva sabe hacer presión en el equipo contrario para marcar goles, etc.

Llegados a este punto es importante dejar claro que aunque agresividad y violencia suelen ir unidos, no son lo mismo, ya que la agresividad no siempre desemboca en violencia, estando más vinculada a la actitud (actitud agresiva o carácter agresivo) que a la parte más física o violenta. 

Violencia; es la actitud que busca como fin la destrucción, aniquilación o dominación de una persona mediante la fuerza física, mediante objetos contundentes o armas o mediante el acoso, la amenaza y la intimidación verbal y psíquica.  Este término está más vinculado con la acción directa, mientras que la agresividad la podríamos definir como la antesala a dicha acción, una persona agresiva no siempre resulta ser una persona violenta.

Ambas pueden ser directas; parten de nuestra propia naturaleza, educación o contexto  social o familiar e indirectas; son una respuesta aprendida como defensa, pero no forman parte de nuestro carácter real.

Ademas la violencia en sí puede mostrarse de dos formas muy definidas:

Violencia activa; agresión conducida por una emoción, cuando se busca golpear a alguien para provocarle daño físico o se insulta buscando un daño emocional considerable, en este caso hay cierta desconexión con el neocortex cerebral y nos dejamos llevar por la ira, no pensamos en la repercusión de nuestros actos. 

Violencia pasiva; agresión inducida por el mero disfrute personal (psicopatía= incapacidad de empatía) o por una cuestión de autoestima (casos como la reafirmación del ego en ciertos tipos de acosos; escolar, laboral, o de maltrato de género), se es totalmente consciente de la repercusión del acto. En la defensa personal se emplea una violencia pasiva, ya que somos conscientes de la agresión y actuamos en consecuencia sabiendo la repercusión de dicho acto.

Agresividad y violencia en las artes marciales.

Cualquier persona que practique una actividad relacionada de forma directa con la violencia física (defensa personal, artes marciales, deportes de contacto, etc), sabe, o al menos  debería de saber que, lejos del aspecto romántico o místico de la práctica en sí, el aspecto real y último es indudablemente “feo” y “sangriento”, y que el  aspecto mental debe mantenerse acorde con esa realidad última, la violencia es por definición un acto destructivo y desagradable en nuestro contexto sociocultural y para el que realmente no estamos preparados.  Una mente o una conciencia no preparada para esta realidad está destinada al fracaso si alguna vez debe poner en práctica lo aprendido en clase, de ahí que sea tan importante que el alumno de cualquier actividad sea consciente de las grandísimas diferencias entre el entrenamiento en clase (controlado)  y la vida real (incontrolada).  Y que, en la medida de lo posible, sepa encausar el entrenamiento a potenciar no solo el aspecto físico o técnico sino las múltiples respuestas psíquicas y/o hormonales que se dan en una confrontación real.

En algunas escuelas/estilos se denomina Instic Killer (instinto asesino, no suena tan bien en español como en inglés) a la facultad que debe tener el luchador para romper ciertas barreras psíquicas tanto en el entrenamiento como en el enfrentamiento real, y que determinará su eficacia real en combate. Podemos ver que en una gran mayoría de casos es más determinante dicho “instintc Killer” que el estilo o arte en sí mismo, viendo que por encima de escuelas y estilos, o tipos de práctica más o menos enfocadas al contacto, es en el individuo donde reside en última instancia realmente la eficacia.

La respuesta de la realidad se nos muestra traumática, ya que mientras en clase no nos preparamos para dicha realidad tan solo a  nivel teórico, en la vida real vemos la realidad en todo su apogeo que se nos es trasmitida en diversas emociones, gritos, sangre, dolor, etc. Algo para lo que realmente no estamos preparados; el enfrentamiento a nivel psíquico con la realidad.

Este artículo tan solo pretende daros un pretexto para profundizar en los aspectos más psicológicos de la defensa personal y las artes marciales, siendo solo un punto de vista que creo acertado al menos en su mayor parte y que os puede ayudar nivel personal en vuestro propio camino. No pretende ser una verdad absoluta, sino tan solo una visión de una realidad a la que se le presta muy poca atención en la mayoría de escuelas o estilos. 


Y que sobre todo intenta haceros ver que hay ciertos momentos en la vida, cuando la violencia es inevitable, en los que no importará que halláis entrenado en un estilo o en otro, ni con un maestro ni con otro, ni vuestro cinturón de colores ni la federación a la que pertenezcáis, lo único que importará será vuestra preparación y sobre todo vuestra actitud y fuerza interior, porque en ese momento estaréis completamente solos ante una realidad tremendamente aplastante.